(Cuento
de un recuerdo escrito sin permiso del recordador) en construccion
Hace unos días leí en un blog que uno no puede regresar a
las personas como se regresa a los libros para retomar una lectura pendiente.
Eso me hizo pensar en Eliana. No recuerdo bien cómo empezó mi historia con
ella. Quiero decir que no recuerdo cómo nos hicimos amigos. Supongo que, aparte de
asistir a la misma escuela fue porque vivíamos a dos
casas de distancia. y, a pesar de que
nadie sepa donde este ahora, cada vez que alguien habla de The Kooks o de las
diabéticas películas de Jessica Gardner, su recuerdo se asoma en segundo plano.
the kooks, vevo |
A decir verdad, ahora que lo pienso se veían en cierto modo como los pajaritos del cuento de Alejandro Neyra encerrados en una jaula de alambres con púas.
Por mi parte, después de los 11 años que uno pasa
encerrado en esa jaula, gané una beca para estudiar en otro país. Antes de irme
nos reunimos para celebrar el fin de una era, el cumple de Paco, mi despedida,
la extorsión al profe de física para aprobar el curso y el campeonato de
básquet. Después de algunos tragos y unos giros, Eliana y yo terminamos regresando
a casa en el asiento trasero del auto de mi hermano cantando kisser de Step Rockets. Mientras el aire
azotaba mi rostro ella tomó mi cara con una mano y me besó, luego dijo que me
extrañaría.
No hablamos de lo que pasó, ni al día siguiente, ni
el día después de ese, ni tampoco cuando todos me despedían en el aeropuerto.
Tampoco me atreví a pensar en lo que habría ocurrido si yo me hubiese quedado,
o si si hubiésemos hablado de de eso. No pensé en eso incluso en el momento que
mi mamá besaba mi frente cuando regresé después de 6 años. Después de todo,
creo que nunca se lo pregunté porque jamás podría llegar a entender su "te
extraño" o su "te quiero". Aunque no le importó la manera en la
que yo la extrañaría.