octubre 21, 2015

Recordando a Eliana

(Cuento de un recuerdo escrito sin permiso del recordador) en construccion


Hace unos días leí en un blog que uno no puede regresar a las personas como se regresa a los libros para retomar una lectura pendiente. Eso me hizo pensar en Eliana. No recuerdo bien cómo empezó mi historia con ella. Quiero decir que no recuerdo cómo nos hicimos amigos. Supongo que, aparte de asistir a la misma escuela fue porque vivíamos a dos casas de distancia.  y, a pesar de que nadie sepa donde este ahora, cada vez que alguien habla de The Kooks o de las diabéticas películas de Jessica Gardner, su recuerdo se asoma en segundo plano.

the kooks, vevo
Ella era un par de años mayor que yo pero lo que la nostalgia me trae de Eliana es su media cabellera cubierta por esa pañoleta floreada, su aroma a retama, la vez que me enseñó a fumar en los columpios del parque del barrio y la tensión de verla jugar básquet, y aterrarme con la alusinacion de que se desarmaría en cualquier momento. Recuerdo, también, una vez estar en su dormitorio escuchando Naive mientras se paraba de manos encima de su cama pensando que inventaba una postura nueva de yoga. Y, también, la absurda tarde en la que Ethan Hawke nos pareció el más estúpido del mundo en esa película en la que se reencuentra con una ex luego de algunos años.

A decir verdad, ahora que lo pienso se veían en cierto modo como los pajaritos del cuento de Alejandro Neyra encerrados en una jaula  de alambres con púas.

Por mi parte, después de los 11 años que uno pasa encerrado en esa jaula, gané una beca para estudiar en otro país. Antes de irme nos reunimos para celebrar el fin de una era, el cumple de Paco, mi despedida, la extorsión al profe de física para aprobar el curso y el campeonato de básquet. Después de algunos tragos y unos giros, Eliana y yo terminamos regresando a casa en el asiento trasero del auto de mi hermano cantando kisser de Step Rockets. Mientras el aire azotaba mi rostro ella tomó mi cara con una mano y me besó, luego dijo que me extrañaría.


No hablamos de lo que pasó, ni al día siguiente, ni el día después de ese, ni tampoco cuando todos me despedían en el aeropuerto. Tampoco me atreví a pensar en lo que habría ocurrido si yo me hubiese quedado, o si si hubiésemos hablado de de eso. No pensé en eso incluso en el momento que mi mamá besaba mi frente cuando regresé después de 6 años. Después de todo, creo que nunca se lo pregunté porque jamás podría llegar a entender su "te extraño" o su "te quiero". Aunque no le importó la manera en la que yo la extrañaría.